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Las consecuencias del cambio climático aumentan la inseguridad alimentaria en Nicaragua.

Más de 2 millones de personas han perdido sus cosechas por lluvias y sequía en Centro América. El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua son los países más afectados con mas de 1,5 millones de personas en emergencia alimentaria según la FAO y WFP .

 

Desde el pasado mes de agosto la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP) están advirtiendo sobre la destrucción de más de la mitad de cosechas de maíz y frijoles del corredor seco centroamericano, a causa de las situaciones extremas producidas por las consecuencias del cambio climático (sequías prolongadas e intensas lluvias), está situación afecta de forma directa a la producción agrícola proveniente de explotaciones familiares de subsistencia. Una de las principales consecuencias es la pérdida de las reservas de alimentos y la influencia devastadora sobre su seguridad alimentaria.

Ya en 2018 un retraso en las lluvias en el Corredor Seco arruinó hasta un 70% de la cosecha de Primera de la agricultura de subsistencia, mientras que el exceso de lluvias dañó hasta el 50% de la cosecha de Postrera. Esta situación afectó el año pasado a 2.2 millones de personas, aumentando la vulnerabilidad de más de 1.4 millones que necesitaron asistencia alimentaria con urgencia. 

Los pronósticos para 2019 no son mejores, desde febrero, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos viene advirtiendo sobre la aparición del fenómeno de El Niño y pronosticó que estas condiciones adversas durarían hasta el mes de octubre. Situación que se ha venido confirmando en estos meses ya que el balance de lluvias desde que se inció la estación lluviosa en la región ha sido muy negativo, esto ha afectado a la siembra de granos básicos de la Primera, lo que ha empeorado la frágil seguridad alimentaria y nutricional de las comunidades en el Corredor Seco. 

Se estima que de los 1.9 millones de pequeños/as productores/as de granos básicos que hay en Centroamérica, la mitad se encuentran en la zona del Corredor Seco. Estas familias se dedican a la agricultura de subsistencia, lo que significa que cosechan y consumen los alimentos que siembran, principalmente maíz y frijoles, y apenas cuentan con recursos para hacer frente a los riesgos. Si una cosecha falla, no tienen reservas suficientes para comer o vender, para sobrevivir hasta la próxima cosecha. 

 

Una vez agotan sus reservas de alimentos, las familias recurren a estrategias de sobrevivencia consideradas de crisis o emergencia. Según apuntan la FAO y WFP, el 25% de los hogares no cuentan con suficientes ingresos para cubrir el costo de la canasta básica y el 82% de las familias tienen que vender los útiles agrícolas y animales para poder comprar comida. Así mismo se ven afectadas sus condiciones nutricionales ya que se ven en la circunstancia de saltarse las comidas o recurrir a alimentos más baratos y menos nutritivos. En muchos casos la situación lleva a ser limite y obliga a las familias a tener que abandonar sus comunidades e iniciar un éxodo migratorio que ha contribuido a la grave crisis humanitaria en la región.

En el caso concreto de Nicaragua, también se está viendo comprometida la siembra de granos básicos para la postrera, ya que los meses de julio y agosto han sido especialmente cálidos y secos sobre todo en la zona de occidente. Se une al fenómeno del niño la situación que viene arrastrando el país de pérdida de masa forestal a consecuencia de la introducción de explotaciones agrícolas de carácter industrial así como la sobre explotación de los recursos hídricos por parte de estos monocultivos industriales que están secando los pozos que tradicionalmente utilizaban las explotaciones de agricultura familiar y subsistencia, incluidos los recursos para consumo humano, incrementando la vulnerabilidad de miles de familias campesinas, que ya estában siendo afectadas por la grave crisis económica que afecta al país.

Desde Ayudemos a un@ niñ@ compartimos la necesidad expresada por la La FAO de implementar medidas que palíen el impacto de la sequía como implementar sistemas de vigilancia y alerta temprana, implementar estrategias de reisiliencia que den lugar a la instauración de nuevos procesos de rotación de cultivo que se adecuen a las condiciones medioambientales, así como fomentar prácticas agrícolas ecosostenibles. Pero además también es prioritario establecer estrategias que garanticen el empleo de los recursos naturales existentes (agua) de forma sostenible y equitativa, es necesario procurar erradicar modelos agrícolas intensivos y depredadores de los recursos, así como un mayor control sobre aquellas prácticas especulativas que requieren de un bombeo excesivo de pozos cercanos de flujo artesiano y que dejan sin agua a las pequeñas explotaciones familiares y a las comunidades rurales.

Así mismo desde el área de Seguridad Alimentaria de Ayudemos a un@ Niñ@ realizamos acciones que garanticen las condiciones nutricionales en las comunidades, en esta línea, seguimos apostando por el apoyo a la alimentación escolar que, además de asegurar una correcta nutrición de niños y niñas en el ámbito de la escuela, puede convertirse en un motor de desarrollo local.

 

El afrontar nuevos retos como el incremento de una mayor autonomía escolar puede llevar al desarrollo de acciones positivas como la inclusión de compras de alimentos a productores locales que facilitaría la integración de la Agricultura Familiar en la Alimentación Escolar.

Los/as PMP tienen gran potencial agropecuario porque además de dedicarse al cultivo de arroz, maíz y frijoles, también pueden aportar otros productos como queso, huevos y hortalizas, que deben ser consideradas por el gran aporte de nutrientes y proteínas que pueden ser incluidas en la Alimentación Escolar.

Actividades del Area de Seguridad Alimentaria

 










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