El agua, un recurso en peligro constante

Con motivo de la conmemoración este 22 de marzo del Día Mundial del Agua, Ayudemos a un@ Niñ@ aprovecha la oportunidad para reflexionar sobre la situación actual del agua en nuestro planeta y el modo en que nuestras vidas están cambiando a su compás.

Por Mariana Ruiz

No sólo el agua es importante para la vida del planeta, sino también para mantener nuestra salud. Sin limpieza no existe sanidad. Muchas de las enfermedades que más se expanden en los países pobres, tienen que ver justamente con la escasez de este recurso.

Un ejemplo concreto de esto es que 2.200 millones de personas viven sin acceso a agua potable, es por esto que Naciones Unidas la ha incluído entre uno de sus objetivos de Desarrollo Sostenible, el número 6, “Agua y saneamiento para todos antes de 2030”.

Este año el foco de atención son las aguas subterráneas, esas que corren bajo nuestros pies, que no vemos, pero que son fundamentales para el desarrollo del planeta.

Un ejemplo son los acuíferos, estas formaciones de rocas, arenas y gravas que contienen importantes cantidades de agua, no sólo alimentan manantiales, ríos y lagos, sino que ingresan también en los océanos. Crecen con la lluvia y la nieve que se infiltran en el suelo y nosotros y nosotras la extraemos con bombas y pozos. Actualmente los acuíferos encuentran dos problemas para su subsistencia, uno es el calentamiento global y otro más específico es la producción intensiva en zonas agrícolas y densamente pobladas, donde hay una gran infiltración de nitratos y otros abonos muy solubles usados en agricultura.

Es probable que no veamos el fin de los acuíferos, pero lamentablemente las futuras generaciones sí lo harán. Según estudios realizados por la Colorado School of Mines (Escuela de minas de Colorado, Estados Unidos), los acuíferos podrían agotarse totalmente en el año 2050.

Pero, ¿qué podemos hacer para detener esta sangría de agua que experimenta nuestro planeta? Todas las personas puede aportar su “gota de agua”. Por ejemplo, si nos fijamos en los grifos, los cerramos cuando no usamos el agua, mientras enjabonamos platos, nos cepillamos los dientes o nos afeitamos. También podemos ahorrar mucha agua cambiando la bañera por una ducha de máximo 5 minutos. Y, mientras sale el agua todavía fría y esperamos que se caliente, podemos guardarla en un recipiente para poder utilizarla después para fregar el suelo, regar las plantas o llenar la cisterna del váter. Si no disponemos de depósitos de doble descarga, podemos poner una o dos botellas de plástico llenas de arena dentro del depósito para ahorrar unos 3 litros de agua en cada descarga. También en el uso de electrodomésticos hay margen de mejora: tanto la lavadora como el lavavajillas deben estar llenos para utilizarlos y, siempre que sea posible, aplicaremos el programa de bajo consumo más eficiente. Si hay que cambiar el aparato, se debería tender hacia aquellos modelos que se identifiquen con la letra A, es decir, que garanticen un consumo de agua y de energía bajo.

Muchas de estas medidas no son nuevas, han sido utilizadas durante siglos por las generaciones pasadas. Nuestras abuelas y abuelos cuidaban el agua porque costaba conseguirla, quizás la clave esté en preguntarles a los adultos mayores y aprender que a veces es mejor mirar hacia atrás. No hay más tiempo para esperar. El agua nos necesita, pero el planeta la necesita aún más.

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